Es futbolero, como todo uruguayo de ley. Y por eso cada vez que sus labores en el campo se lo permiten se prende a algún partidito, rememorando aquellos días de niñez, cuando jugaba al fútbol en la calle de su ciudad natal, allá en la Banda Oriental.
Gerardo Barreto es charrúa y campero. Nació hace poco más de medio siglo en la ciudad de Río Branco, en el Departamento Cerro Largo de Uruguay. Una ciudad a la que sólo el puente Barón de Mauá la separa de la ciudad brasileña de Jaguarão.
Su pasión por el campo, por la agricultura a cielo abierto viene de chiquito y no tiene mucha explicación. Quizás ninguna pasión la tenga. Su papá trabajaba la tierra y él continuó ese legado. Trabajó en Uruguay y también Paraguay, hasta que el destino y su amplia trayectoria lo trajeron a Salta, donde hoy es responsable de módulo de la empresa Cono S.A, donde se ocupan de cultivos de poroto, chía y garbanzos.
Con la sapiencia de años con las manos en la tierra, Gerardo afirma que “La agricultura a cielo abierto es muy variable. Tenés que aprovechar muy bien las ventanas climáticas para aprovechar al máximo cuando te toque la buena y que cuando llegue la mala te perjudique lo menos posible.”
Los resultados siempre marcan el ritmo del campo. Nada hay para Gerardo como la constante satisfacción de haber dejado todo en la cancha para que la cosecha sea la mejor posible. Sin embargo reconoce que “no siempre haciendo todo lo mejor posible se obtienen los mejores resultados”. Exactamente igual que en el fútbol.
Y más allá de la distancia, Gerardo está siempre pendiente de sus dos hijos, Marcia Leticia y Mateo Agustín que viven en Uruguay. La mayor estudia economía en la Universidad Católica y trabaja en un banco, mientras que el más chico inició este año sus estudios en Márketing. Así que cada vez que puede, vuelve a Montevideo para verlos.
Hincha inclaudicable de Peñarol, el “uruguayo” cuenta con mucha gente que a lo largo del camino le tiende una mano para que todo marche bien. Por eso cuando imagina su futuro no lo ve demasiado diferente a su pasado y presente. Toda su vida ha girado en torno al campo, así que seguirá metiendo las manos en la tierra, interpretando lo mejor posible el clima y, cada tanto, picando con sangre charrúa atrás de una pelota, con la aurinegra en su corazón.
Por el equipo AJU.
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