Hoy en día, el 53% de la población mundial está conectada a internet, existen más terminales móviles que personas en el mundo, el 90% de los datos que se generan lo han hecho en los dos últimos años, y en tan solo 10 más llegaremos a producir 50 billones de datos por segundo. Es inapelable que estamos inmersos en la cuarta revolución industrial, y que la transformación digital se extiende a pasos agigantados, catapultada por las innovaciones en la transmisión de datos, especialmente gracias a la nueva cobertura de redes 5G ¿Pero, ha llegado a todos los sectores con la misma eficacia esta industria 4.0? ¿Cómo ha impactado en la Agricultura?
La escasez de un recurso tan importante como el agua hace que el riego localizado sea una de las actividades agrícolas que lleva muchos años aprovechándose de la generación de datos y su análisis, sensores en el terreno, sondas que miden múltiples variables, software que procesa los datos, aplicaciones que regulan telemáticamente la apertura o cierre de sectores de riego, etc.
Una información que facilita a los agricultores la toma de decisiones para la elección más idónea de cuándo realizar un riego, su dotación, y la periodicidad, entre otras. Es verdad que la llegada de estas nuevas tecnologías y el abaratamiento de determinadas soluciones han provocado que la información generada se multiplique exponencialmente, y que ahora se abarquen muchas más variables y métricas que hace unos años.
La maquinaria agrícola también ha venido incorporando innovaciones tecnológicas de utilidad en el sector, una de las más utilizadas hoy en día es el guiado GPS que permite una mayor precisión en las labores y un aprovechamiento geométrico de las parcelas sin precedentes. Si bien es cierto que esta tecnología se ha venido usando desde la década de los noventa, es en el último lustro en el que se ha podido explotar con mayor eficiencia su potencial, gracias a los avances en las conexiones inalámbricas, a los depurados lenguajes de software, y a su interrelación con el resto de accesorios digitales que conviven en la maquinaria y a su alrededor, derivando a que en la actualidad sea prácticamente un elemento básico solicitado en cualquier configuración de un tractor.
Drones y Big Data, soluciones tecnológicas que requieren profesionales para interpretar datos.
Otro de los mayores despliegues comerciales en los últimos años está relacionado con la proliferación de drones, dispositivos que permiten mediante diferentes tipologías de cámaras sobrevolar los cultivos en un relativo breve periodo de tiempo, obteniendo en ese recorrido cientos de miles de datos, que una vez depurados y procesados se traducen en índices de vigor, determinación de áreas con problemas de drenaje, identificación de problemas fitosanitarios, levantamientos topográficos, etc., pero cuya tecnología y uso requiere de unos conocimientos y destrezas que provocan que los agricultores tengan que recurrir a terceras empresas para su utilización, y solo fincas con un número de hectáreas capaz de amortizar ese coste pueden recurrir a este tipo de tecnología.
En nuestro país, incentivado por el valor añadido del producto, la especialización en el empleo de esta herramienta ha recaído en el viñedo fundamentalmente.
Sin lugar a dudas, la estrella del denominado fenómeno 4.0 es la ingente generación y tratamiento de datos para múltiples y variados usos, pero el empleo del Big Data, como se conoce técnicamente, también presenta sus inconvenientes. La generación masiva de datos crea problemas de almacenamiento y procesado, lo que obliga a tener una infraestructura cada vez más potente, y en la mayoría de los casos obliga a externalizar nuevamente estos análisis a terceros, con lo que el agricultor no tiene el control total de todas las herramientas en las que ha invertido, tan solo posee los sensores y dispositivos de medida, pero la información es ininteligible sin este análisis ulterior.
Además, la cualificación y conocimientos que hay que adquirir para llegar a dominar el uso de estas aplicaciones supone una especialización que no siempre es accesible para todos los públicos, hasta el punto que han aflorado nuevas profesiones al respecto como la figura del Data Scientist con planes formativos específicos.
En todo este contexto, no olvidemos que la agricultura se desarrolla en el campo, en las zonas rurales. En nuestro país el 7% de la población sufre una conexión a la red de datos deficiente, la España desconectada es una realidad, y no podemos pedir rendimientos optimizados, innovación tecnológica, incorporación de las últimas novedades, y tratamiento del Big data, en zonas donde no se dan las condiciones mínimas para asegurar un tráfico de datos y una comunicación eficaz entre dispositivos y nube de almacenamiento.
La IA, una inversión para grandes explotaciones en cultivos de alto valor.
Tampoco olvidemos que todas las tecnologías descritas tienen un coste, y que el empleo de Big Data e IA (Inteligencia Artificial) entre otras, son empleadas mayoritariamente para una agricultura de precisión en cultivos de alto valor, y preferentemente en explotaciones con unas dimensiones que permiten minimizar el impacto económico de la utilización de estas soluciones, pero ¿Cuántos son los agricultores propietarios de pequeñas y medianas parcelas en nuestro país? La respuesta es que el 67% de las explotaciones españolas tiene una superficie inferior a las 10 hectáreas (INE.2019), por lo tanto, estamos ante una solución que no es asequible para una gran mayoría en su uso cotidiano, ya que los problemas de precio en origen, la cada vez mayor presión del mercado sobre los precios, las legislaciones internacionales, etc. derivan en unos márgenes tan exiguos que, en definitiva, la mayoría de explotaciones no pueden permitirse esos servicios de forma regular, e impide que todos los agricultores tengan acceso libre a la información que permitiría reducir los riesgos de su producción, hacerla más sostenible, adelantarse a fenómenos meteorológicos mediante modelos de predicción, o simplemente producir más y mejor.
La mayoría de la tierra cultivable se encuentra en África y LATAM, donde la agricultura 4.0 es un espejismo.
Cabe reseñar que esta problemática se da esencialmente en la agricultura de los países industrializados, porque si miramos al resto de mundo y ponemos el foco en los países que cuentan con una agricultura de subsistencia, o una agricultura mecanizada y tecnificada en lo más básico, es tal la brecha digital que la distancia respecto a nosotros puede llegar a ser insalvable.
¿Qué sentido tiene una red de sondas conectadas a una estación agroclimática en cualquier cultivo del África subsahariana? Justo donde la eficiencia y la detección temprana de fenómenos meteorológicos sería más importante, estas zonas viven en la más absoluta oscuridad digital. No olvidemos que según la FAO más de la mitad de la tierra idónea para el cultivo en el mundo se concentra en siete países repartidos por África y América Latina, donde la Agricultura 4.0 está lejos de ser una realidad.
¿Y los más novedosos adelantos en tractores y maquinaria, cómo podrán adquirirlos? La continua pugna entre los grandes fabricantes del sector por adaptarse a las nuevas normativas en primer lugar, y el afán de los países por legislar el medio ambiente incluyendo todo tipo de nuevas homologaciones y restricciones, hace que hoy en día adquirir un tractor en alguno de estos países sea una tarea imposible, dado que una máquina que exige de urea para su funcionamiento no puede ser utilizada en multitud de países que no tienen ese producto en su día a día para el abastecimiento de vehículos, sin hablar de la mano de obra especializada para poner a punto o llevar a cabo el mantenimiento de esa maquinaria, o la rotura de una simple pieza en países sin representaciones comerciales que obliga a importarlas a un elevado coste paralizando la máquina más de 20 días.
Democratizar la agricultura 4.0, el reto para alcanzar el ODS Hambre Cero.
Se extiende la creencia de que la agricultura 4.0 será la panacea de la humanidad, que será el colaborador necesario para alimentar los 9.700 millones de personas que se esperan en el año 2050, pero a día de hoy solo unos pocos privilegiados tienen acceso real a esas tecnologías, y dentro de aquellos que la tienen a su alcance, una mayoría la infrautiliza porque no puede permitirse el pago de los servicios relacionados con su explotación y adecuado uso. Por lo tanto, debemos trabajar en democratizar su llegada a todos los agricultores, en lugar de emprender carreras en solitario para ver quién implanta la tecnología más moderna o cual es el último avance en el sector que maravilla a la humanidad.
Se debe invertir mucho más en formación, en transferencia tecnológica, en acercar las herramientas informáticas al medio rural de forma gradual y escalonada, en asegurar que las estructuras en las que se apoyan la toma de datos y su análisis son sólidas y fiables, y en fomentar e incentivar el uso de las nuevas tecnologías haciéndolas útiles y accesibles, en definitiva, se trata de establecer una base que permita crecer a partir de ella y no acentúe aún más la brecha digital existente entre los vagones de cabeza y de cola.
Fuente: iAgua.es
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