¿Cómo una bacteria puede mejorar la fertilidad del suelo y capturar carbono?
- Editorial AJU
- hace 18 minutos
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Entre las muchas herramientas que nos ofrece la biotecnología para hacer un agro más sustentable, aparece una bacteria con un nombre que podría sonar más a laboratorio que a lote: Bacillus subtilis cepa MP1. Sin embargo, su rol en el suelo es tan concreto como revolucionario. Esta rizobacteria tiene la capacidad de acelerar la meteorización de minerales silicatados, liberar nutrientes clave para los cultivos y capturar dióxido de carbono (CO₂) atmosférico en forma estable.
La meteorización de silicatos es un proceso natural que ocurre lentamente en los suelos. Gracias a la acción de esta bacteria, puede acelerarse significativamente. ¿Qué significa esto? Que minerales como feldespatos o micas —ricos en elementos como calcio, magnesio, potasio y silicio— se disuelven más rápido, liberando estos nutrientes para que las plantas puedan absorberlos. Pero hay un beneficio adicional que hace aún más valioso este proceso: la formación de carbonato de calcio, que fija CO₂ atmosférico en el suelo en forma de calcita. Es decir, fertilidad y captura de carbono en una misma acción biológica.

¿Cómo funciona Bacillus subtilis MP1 en el suelo?
Diversos ensayos de laboratorio y a campo han demostrado que B. subtilis MP1 es capaz de formar biopelículas sobre minerales silicatados, donde produce ácidos orgánicos que favorecen su disolución. A medida que libera nutrientes, el medio se vuelve más alcalino, lo que favorece la precipitación de carbonato de calcio (calcita). En pruebas con columnas de suelo y en lotes reales, los suelos inoculados con MP1 mostraron:
Mayor acumulación de carbono inorgánico (CO₂ convertido en mineral).
Aumento de cationes disponibles como Ca²⁺, Mg²⁺, Fe²⁺ y Al³⁺.
Mejora en la estructura física del suelo.
Aporte de nutrientes sin aplicación directa de fertilizantes minerales.
En un año, se llegó a secuestrar hasta 2,02 toneladas de carbono inorgánico por hectárea en los primeros 30 centímetros de suelo. Una cifra relevante si pensamos en escalas productivas y en la urgencia de mitigar emisiones.

Del ensayo al campo: implementación en gran escala
Uno de los casos más interesantes en la aplicación práctica de esta tecnología es el del programa de carbono de Andes Ag, una empresa de biotecnología con base en Estados Unidos. La firma desarrolló un inoculante basado en Bacillus subtilis MP1 y lo aplicó en más de 75.000 acres de cultivos como maíz, soja y trigo.
El concepto es simple y potente: los microorganismos se incorporan en el tratamiento de semilla o directamente en el surco, sin modificar el manejo habitual del productor. A lo largo del ciclo del cultivo, crecen junto con las raíces, aceleran la disolución de silicatos y facilitan la conversión de CO₂ atmosférico en carbonato de calcio, que se fija en el suelo. Incluso, con la lluvia, este carbonato puede desplazarse a capas más profundas, contribuyendo a una captura prolongada.
¿El incentivo? Los productores que participan en el programa reciben una retribución económica —alrededor de 10 dólares por acre— por cada tonelada de CO₂ secuestrada, lo que transforma esta tecnología en una herramienta productiva, ambiental y también económica.
Co-beneficios: fertilidad, estructura y sanidad
Además del impacto en la captura de carbono, se han reportado beneficios agronómicos concretos:
Mejora de la estructura del suelo gracias a la acumulación de carbonatos.
Aumento en la capacidad de retención y drenaje del agua.
Reducción de enfermedades por efectos indirectos en la microbiota del suelo.
Aporte sostenido de nutrientes durante el ciclo del cultivo.
La sinergia con prácticas de agricultura regenerativa es clave. Mientras que esas prácticas mejoran el carbono orgánico del suelo, Bacillus subtilis aporta carbono inorgánico. En conjunto, se genera un sistema productivo más resiliente, fértil y con mayor capacidad de adaptación al cambio climático.
Una herramienta concreta para el agro que viene
Bacillus subtilis MP1 no es una solución mágica, pero representa un paso firme hacia una agricultura que valore al suelo como sistema vivo y como sumidero de carbono. Con una implementación simple, beneficios múltiples y una creciente validación científica, esta bacteria está encontrando su lugar en los planteos productivos más exigentes.
En AJU seguimos de cerca estas tecnologías, convencidos de que el futuro del agro se construye sobre innovación, ciencia y compromiso con el suelo. La biología del suelo ya no es una promesa: es presente.
Por Equipo Editorial AJU
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