Muchas veces la humanidad pisa con cierta indiferencia la superficie delgada del planeta, sin prestarle demasiada atención y sin valorarla en toda su dimensión. En esa fina capa de tierra que recubre el mundo en el cual vivimos se encuentra la llave para producir casi la totalidad de los alimentos que necesitamos para subsistir: según la FAO, los suelos son responsables del 95% de la producción de alimentos a nivel global.
Los suelos están compuestos por minerales (45%), agua (25%), aire (25%) y materia orgánica (5%). La sana alquimia de todos estos elementos permite el desarrollo y la multiplicación de microorganismos que ayudan a conservar la biodiversidad de los ecosistemas y colaboran con la buena salud de los suelos.
Pero los suelos tienen una enemiga: la erosión. Debido a que para generar unos dos centímetros de suelo hacen falta unos mil años, se los considera un recurso natural no renovable; es decir, los suelos no son recuperables a escala humana. La eliminación de la capa fértil de los suelos -causada por acción del agua, del viento y por la labranza humana- tiene consecuencias graves, que en muchos casos generan inundaciones y deslizamientos de tierra.
Los desafíos de la agroindustria Uno de los mayores retos de la agroindustria moderna es seguir encontrando soluciones para producir más alimentos, usando cada vez menor cantidad de recursos naturales. Para garantizar la seguridad alimentaria de una población en crecimiento -se estima que para 2050 la Tierra podría alcanzar los 10 mil millones de habitantes-, concientizar acerca de la importancia que los suelos tienen en el proceso productivo de alimentos es sólo el primer paso. Además de alimentos, los suelos son la base para la producción de fibras, combustibles y medicamentos. Si bien la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta de suelo, sólo el 11% se considera adecuado para practicar la agricultura. Y el problema puede empeorar si la erosión de los suelos continúa en aumento: actualmente, más del 33% de los suelos están degradados y cada año se pierden 50.000 km2 de superficie cultivable.
Esta erosión no sólo elimina regiones enteras que antes eran perfectamente aptas para cultivar granos, frutas y hortalizas, sino que también repercute en la calidad de los alimentos que se logran producir. Aunque la situación es compleja, el planeta y el medio ambiente tienen una gran aliada: la Agricultura Moderna.
Soluciones modernas: agricultura de precisión y BPA El desarrollo de la ciencia aplicada al agro y la revolución digital permiten al sector agrícola tener más y mejor información para tomar buenas decisiones de negocio y, sobre todo, para cuidar la fuente principal de la actividad: el suelo.
Sensores distribuidos estratégicamente en los lotes, drones sobrevolando los campos de cultivo, aplicaciones móviles y sistemas informáticos de última generación son las nuevas herramientas de trabajo agrícola. De ellas se valen los productores para administrar de manera eficiente sus recursos.
En sintonía con la manipulación de tecnología digital que ayuda a ejercer un trabajo cada vez más preciso, la Agricultura Moderna también se nutre de las Buenas Prácticas Agrícolas. La rotación de cultivos y el desarrollo de la siembra directa a gran escala colaboran con la reposición de los suelos para mantener su arquitectura saludable. Por su parte, los cultivos de cobertura (hierbas gramíneas y legumbres que se plantan entre cultivos primarios como el maíz o la soja) ayudan a prevenir la pérdida de nutrientes en los cursos de agua y reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Según estimaciones de la FAO, el manejo responsable y sustentable de los suelos podría contribuir a producir hasta un 58% más de alimentos. La Agricultura Moderna, con su innovador ecosistema digital y sus prácticas agronómicas virtuosas, tiene las herramientas para ayudar a alcanzar este objetivo.
El suelo vivo: organismos en las profundidades
Una simple imagen que dice mucho: existen más organismos y microorganismos en una cucharada de suelo sano que personas en todo el planeta. Los suelos son uno de los ecosistemas más activos de la Tierra, abarcando una cuarta parte de la biodiversidad del planeta. Entre otras cosas, estos miles de millones de microbios son la base para producir los antibióticos actuales.
Fuente: BAYER Cono Sur
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