La Agricultura 4.0 (A4.0) es la nueva revolución que empuja al agro mundial actualmente. Como otras revoluciones agrícolas, busca solucionar los problemas del pasado y presente a la vez que se proyecta hacia el futuro como el nuevo status quo. Es la utilización de las nuevas herramientas de internet de las cosas, la inteligencia artificial y el big data para llevar adelante la producción de más y mejores alimentos.
Al final de eso se trata siempre, de producir más con menos y ayudar a mantener una población mundial en crecimiento a la vez que mejoramos nuestro entorno, social, económico y ambiental.
Hoy tenemos la capacidad de gestionar cantidades inimaginables de datos, más que nunca en la historia de la agricultura. Los satélites generan datos de nuestros campos día a día, las maquinarias y sus sensores aportan en cada labor y hasta complejos sistemas de mapeos de suelo agua y plantas permiten generar bases de datos enormes. Las mismas se pueden ordenar en forma masiva gracias a los sistemas de información geográficos, cada día más utilizados por los profesionales del agro y especialistas que se acercan al sector.
Estos datos ordenados permiten generar información que al contextualizarla generan conocimiento. Pero es aquí donde la A4.0 realmente aporta valor, ya que el conocimiento implica dar un contexto a la información, significa que un técnico, un productor, un operario, un grupo de trabajo con todos ellos en el mejor de los casos, trata de interpretar la información y darle el lugar que le corresponde en el sistema productivo. Allí es donde se genera conocimiento agronómico.
Este proceso asistido por las tecnologías que tenemos disponibles permite optimizar nuestros procesos de trabajo como nunca. Cuando trabajamos en el sistema agrícola, en algún momento entendemos que a diferencia de otras industrias en nuestro sector prendemos las maquinarias productivas una vez al año, esto significa que tendremos una sola chance en el año para hacer un determinado cultivo y luego tendremos que esperar al siguiente año. Es por ello que no podemos darnos el lujo de no aprender en cada campaña, que cada cultivo es una oportunidad de mejorar nuestro sistema y que la generación de datos, información y conocimiento no se pueden dejar para otro año.
Es así como hoy la A4.0 nos permite mejorar la producción a través de generar una mejor agronomía con datos locales que validan cómo llevamos adelante nuestra producción agrícola. Hoy más que nunca podemos mostrar y compartir cómo producimos y qué valor le aportamos a cada alimento que llega a la mesa.
En este momento algún lote de nuestro país está siendo mapeado mediante GPS de precisión para conocer su topografía, su susceptibilidad a la erosión, su vulnerabilidad a la agresión de una labranza de suelo; y muy probablemente en el mismo proceso se esté registrando la electroconductividad y la radiación gamma de esos mismos suelos.
Estas últimas metodologías, junto con un muestreo dirigido e intensivo de suelos, que se analizan en laboratorios de primera línea de nuestro país, permiten, mediante modelos sofisticados, construir mapas que nos muestran cuáles son los nutrientes disponibles en el suelo en cada metro cuadrado, cada tres metros cuadrados si queremos ser literales. Estos mapas permiten revertir la tendencia general de la producción argentina, donde existe una extracción neta de nutrientes como el fósforo que existía en altas dosis en el pasado de nuestras pampas.
La posibilidad de tener mapas, por ejemplo, de fósforo con un alto nivel de detalle asegura que se pueda aplicar fertilizantes en forma mucho más eficiente y a su vez de una manera económicamente más viable. En tres o cuatro años se pueden ver los cambios luego de tendencias de reducción de fósforo de más de 20 años. Esto nos estimula y nos lleva a pensar formas cada día más creativas de usar esta información.
Es así que hoy estamos basando nuestras decisiones de densidad de semilla de los cultivos o la aplicación de ciertos herbicidas por esta información de suelos. Pero sobre todo estamos asociando los resultados de nuestros cultivos (rendimiento de los mismos) a cada variable de suelo que podemos medir y así generando ensayos y modelos de respuesta muchos más complejos que en el pasado. Todo esto con el plus de que esa generación de información y conocimiento es absolutamente local y le pertenece a cada productor.
Fuente: La Nación Campo
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